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FAMILIA  Y  MATRIMONIO

Hay un enigma en el camino del hombre y la mujer, tiene que ver con la historia de quiénes somos, por qué fuimos creados diferentes, para qué hemos sido creados y qué papel juega el Espíritu Santo en la diferencia sexual.

La espiritualidad conyugal tiene su fundamento en el sacramento del matrimonio y en el cuerpo humano. Es una espiritualidad encarnada, a semejanza del verbo encarnado. También se fundamenta esta espiritualidad en el cuarto mandamiento.

 

El cuerpo es una realidad que se encuentra en profunda y constante transformación y forma parte del destino del hombre.

 

El cuerpo está llamado a la gloria y a conducir a los esposos a la santidad.  Los esposos pueden ser santos a partir del matrimonio y el cuerpo es el camino a esa santidad.

La caridad o amor conyugal es una expresión que surge en el Concilio Vaticano II y es retomada por San Juan Pablo II en la exhortación apostólica Familiaris Consortio.

 

El amor de los esposos es transformado en un amor nuevo, que es el amor de Cristo, que no pasa.

 

El Espíritu Santo enseña a amar con el amor de Cristo. No hay que separarse de esa fuente del amor.


Hay un amor primero: el amor de Dios. Antes que los cónyuges se

se conocieran, Dios los amó.

 

Una fuente del amor conyugal es la eucaristía. Los matrimonios cristianos nacen del amor eucarístico y se alimentan de él. Están llamados a representar el amor eucarístico: representar es volver a presentar.

El libro del Cantar de los Cantares es el  más leído de la Biblia. Es el libro más comentado. Tiene muchos misterios y hace referencia al amor. 

 

Hay una expresión que sobresale en el texto y aparece en  Cantares 8, 6: "Grábame como un sello en tu corazón".

 

Se puede hacer una primera interpretación literal de esta expresión, en razón de la costumbre de los pueblos antiguos de llevar amuletos en el pecho, con una connotación erótica, una invitación a la unión sexual que expresaba la atracción entre el hombre y la mujer.

Espiritualidad matrimonial y familiar (1)

Juan de Dios Larrú, Pbro., DCJM

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